Llevamos muchos días encerrados, sólo conectados por medios digitales, temerosos de que a alguien que queremos le toque la china, preocupados por ERTES, despidos y otras carencias, enervados por compartir espacios pequeños… Son malos días, pero tenemos que aprovecharlos. Porque en estos días podemos aprender muchas cosas que nos serán útiles después.
Hemos visto lo importantes que son los buenos servicios públicos, empezando por los sanitarios, y siguiendo por otros muchos, que son los que están impidiendo que esto devenga un cataclismo.
Hemos constatado el papel crucial de muchos empleos que demasiadas veces despreciamos: limpieza, personal de supermercados, cuidadoras a domicilio, kiosqueros, transportistas, trabajadores agrícolas… Gente en empleos precarios, bajos sueldos y poco prestigio social. Pero que al final son los imprescindibles. Los que merecen que sus condiciones laborales y su condición social mejore.
Descubrimos que lo más importante que tenemos los humanos es la cooperación y que competir sólo vale para actividades lúdicas.
Nos inquieta que haya mucha gente que está pasando este trance en condiciones habitacionales penosas, sin formas de obtener ingresos, con críos desprotegidos…
Hemos reconocido la importancia de nuestros vínculos sociales, de tener en cuenta a la gente que apreciamos, que los otros se acuerden de nosotros. Y de la necesidad que tenemos de alimentar estas relaciones.
Nos alegramos cada día a las 8, al salir al balcón, por encontrarnos con vecinos con los que habitualmente tenemos poco trato y que, como nosotros, tienen esta necesidad de sentirse colectividad.
Nos indignamos con estos políticos que llevan años con recortes de servicios esenciales, en partidos que tienen niveles de corrupción insoportables, tratando de echar mierda sin ofrecer respuestas o directamente proponiendo medidas inaceptables.
Sentimos que lo mejor que tenemos ante la soledad y el aislamiento es la cultura y por esto sabemos que un buen sistema educativo que ayude a hacernos cultos y críticos es un bien esencial a defender.
Nos alegramos por vivir en un barrio donde existen redes solidarias, aunque precarias, y nos sabe mal no haber previsto la situación y haberlo montado mejor.
Descubrimos que una de las pocas mejoras experimentadas estos días ha sido el desplome de la contaminación, lo que demuestra que los que negaban su relación con el modelo de transporte o mentían o eran unos ignorantes.
Seguro que hemos aprendido más cosas. Y, cuando podamos salir, hay que convertir estos aprendizajes en comportamientos. En mejorar la calidad de nuestras relaciones humanas, en priorizar las cuestiones colectivas, en tejer solidaridades, en movilizarnos para mejorar los servicios públicos y las condiciones de vida de todo el mundo. Porque no podemos tirar por la borda toda la experiencia de estos días y limitarnos a esperar pacientemente que vuelva otra situación crítica como la actual. Porque tanto encierro tiene que haber servido para mucho.
AV Prosperitat